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Arboles muertos y mucha tinta

Misteriosa Buenos Aires (1950)

Misteriosa Buenos Aires (1950)

Autor: Manuel Mujica Láinez

Edita: Sudamericana, Buenos Aires, 1999

 

De chico, mi madre (primera guía literaria que recuerdo) insistió e insistió que tenía que leer a Mujica Lainez. En cuanto me convenció me pasó este libro y recuerdo haberlo disfrutado mucho (venía justo después de mi descubrimiento de Poe y era seguir en el mismo rumbo). Muchos, muchos años después decidí releerlo a ver si el enamoramiento infantil era algo nostálgico o efectivamente era tan bueno como recordaba y como mi mamá insistía (insiste) desde siempre.

Veredicto: Mi mamá sigue teniendo razón.

Mujica Laínez es un maestro del cuento corto de ribetes fantásticos. Un maestro clásico, alejado de las voladas conceptuales de Borges o de las pirotecnias surrealistas de (para mi gusto el sobrevalorado) Julio Cortazar, con mucho de Poe en la construcción de la estructura y bastante de la floritura de los modernistas en su uso de las palabras (y una subterránea – y no tanto – obsesión con el sexo en todas sus vertientes en muchos de los relatos). Un tipo que descubre una personalidad compleja con un giro de frase. Un tipo que mezcla rigurosidad histórica, drama personal y momentos fantásticos y terroríficos con la elegancia de un orfebre de las palabras.

Probablemente este libro sea uno de sus momentos cumbres. 42 relatos que cuentan momentos de la historia de Buenos Aires entre la fundación en 1536 (“El hambre”, posiblemente uno de los relatos más vívidos y espeluznantes de la desastrosa expedición de Pedro de Mendoza) y 1904 (“El salón dorado”, una fabulosa alegoría de la crisis y decadencia de la rancia aristocracia argentina). Todos de una ambientación y cuidado histórico encomiable. Hay de todo: dramas pasionales que son básicamente registros dramáticos (“El sucesor”) , cuentos infantiles (“El hombrecito del azulejo” , un cuento que pide A GRITOS que hagan la película animada para toda la familia), historias de corte fantástico y/o macabro (“El cazador de fantasmas”, “El arzobispo de Samos”) y hasta pastiches gauchescos muy bien logrados (“El ángel y el payador”, “Una aventura del Pollo”). Todos escritos con un ojo puesto en terminarlo en el momento justo, no antes ni después; con un uso de las palabras abrumador; con uso finales fabulosos, abrumantes, inesperados.

En suma, no leer a Mujica Lainez es casi un pecado. No disfrutar de Misteriosa buenos Aires es perderse uno de los mejores libros de cuentos escritos en español.

A veces hay que escuchar a los padres.

 

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